Robots. (y II) Resulta evidente que hay campos en los que hay que instalar robots porque ellos llegan donde el hombre no es capaz de llegar sin pérdida de vida o salud. Me refiero a campos como el de las centrales nucleares, los ingenios militares o la simple miniaturización. Me voy a referir a ésta última. Hasta hace poco los trabajos de electrónica miniaturizada en serie eran encargados a mujeres en países en desarrollo por estar más familiarizadas con la costura y los trabajos repetitivos y minuciosos, pero el tiempo ha pasado y la miniaturización que se exige a productos tan comunes como un teléfono móvil o un disco duro excede con mucho la capacidad del ser humano.
Pero cuál no sería mi sorpresa cuando descubro que hay otro campo en que la superioridad de la máquina se hace patente: la honestidad. Todo un campo muy prometedor. Me he enterado que en una farmacia cercana a mi casa van a instalar un robot que pasa los envases de su almacén inaccesible a la zona de dispensación. Con ello se obliga a que la orden de retirada sea informática y quede registrada con lo que se atiende más rápidamente al cliente y se evita la posibilidad de que el empleado no meta en caja el dinero. Me parece interesante el concepto. Con el paso del tiempo no tardaremos en ver camareros robotizados, y eso será otra historia.