Teoría "moderna" de costes

Cuando le preguntan a David D. Friedman acerca de las principales enseñanzas que heredó de su padre, el premio Nobel Milton Friedman, responde: 'Sunk costs are sunk costs.' ¿Qué quiere decir esto? Pues en primer lugar que el cálculo de costes debe estar relacionado con el propósito de su cálculo. Hay propósitos relativamente inocentes, como la asignación de recursos interna que "soportan" malos métodos de cálculo de costes, como es el Full Cost, pero en muchos casos esos costes se utilizan para decidir precios, y entonces el riesgo de tomar malas decisiones es muy alto. Los costes relevantes para una toma de decisión son los costes evitables y nunca los costes inevitables (sunk costs) que no deberían alterar una decisión, puesto que están en otro plano, otra dimensión de la toma de decisiones, como es diferente la decisión de fijar un precio de la de salir o no de un negocio.

En la teoría financiera hay un principio que se puede aplicar directamente: "que una mala decisión del pasado no influya en una decisión del presente." Esto parece sencillo pero es contra-intuitivo. Muchas veces se razona una inversión como si de un ludópata se tratase: "Como ya he perdido mucho dinero, tengo que seguir jugando." Esto no es así, porque una retirada a tiempo, si evita mayores pérdidas o costes "hundidos" es siempre una buena decisión.

¿Cuál es, pues, el mejor método de cálculo de costes? Desde el punto de vista de la teoría económica el coste que más se acerca al coste evitable, el coste verdadero en que incurrimos por una decisión de producción o venta, es el coste marginal; esto es, el coste de la última unidad producida. Hay varias razones que indican su importancia. Con frecuencia los costes no son estables, sino que son manifiestamente crecientes o decrecientes (por el efecto de la escala de producción o por el efecto aprendizaje, que reduce tiempos y costes). Si los costes no son estables, ¿cuál será el más relevante para la toma de decisiones? Pues evidentemente, el último, el coste marginal.

Los costes inevitables son relevantes sobre la decisión de si permanecer o no en un negocio, pero también para decisiones a futuro, como puede ser el competir en una guerra comercial de precios. Los costes inevitables, entonces, deben ser considerados como una inversión en la guerra de precios. Es un montante fijo, un barril de dinero, con el que hay que contar a priori. Y una vez hecho esto, solo tomaremos en consideración los costes evitables para competir exitosamente en el mercado, ganando cuota de mercado. Cualquier cantidad de dinero que se consiga vía precios por encima del coste evitable nos proporciona una cobertura, aunque sea mínima, de los costes inevitables y, esto es lo importante, nos permite avanzar competitivamente en el mercado.

Un ejemplo: En un bar de carretera reciben un solo cliente al mes, y además éste es un duro negociador que nos hace pensar en el coste mínimo al que le serviríamos una copa. La estructura de costes es la siguiente: 1000 euros de alquiler, 400 euros de luz, 200 euros de agua (50 es una tasa fija), 10 euros es el coste de la bebida, y un 21 % de IVA.

Bien pues efectivamente resultaría disparatado cargar costes inevitables como el alquiler o la luz al cliente esporádico. Estamos fijando un precio mínimo operativo y no decidiendo si dejar el negocio o no. En cuanto a la luz, ésta esta gastando continuamente, con independencia de lo lleno o vacío que esté el local. En cuanto al agua, la parte variable (150 euros) sí se puede suponer que es variable con el uso del lavavajillas, pero es un coste dado como tal con independencia del uso y por lo tanto más bien podemos deducir que se emplea en fregar el local, que en limpiar la vajilla, y descartarlo también. Quedarían pues los costes de la bebida, su IVA y el coste de los Recursos Humanos. El factor humano es un factor semi-fijo en términos mensuales, y lo que es cierto es que alguien debe mantener abierto el bar, por lo tanto también descartaríamos ese coste y nos quedaríamos con el coste evitable de la bebida, que si no se usa, se ahorra. Siendo pues el precio mínimo de 12,1 euros por bebida cualquier cantidad por encima de eso nos serviría para cubrir algo más unos costes inevitables.

Ahora bien, si se trata de decidir si el negocio debe seguir abierto o no, solo habría que sumar todos los costes posibles (1600 + 12,1*q) y añadir un coste de oportunidad de coste de capital y factor humano directivo. Si no se supera ese coste mensual, el establecimiento está abocado al cierre. Se trata tan solo, como se ha dicho, de no confundir el nivel de decisión.

En la teoría de la contabilidad de costes tradicional no se suele asociar el cálculo a un fin concreto. Y es ese precisamente el dilema principal. Si usamos la contabilidad de costes para fijar precios podemos cometer errores, debemos usarlos mejor para evaluar de alguna manera alguna toma de decisiones y por eso se suele dividir el tipo de contabilidad según lo que se evalúe: productos, puestos de trabajo, departamentos, actividades que están formadas por varios procesos, etc. La metodología puede ser ad hoc y consiste normalmente en el reparto de gastos generales o por el contrario en la adición de costes más elementales (el escandallo), quizá mediante el uso de sistemas de ecuaciones, pero el contraargumento principal es que el esfuerzo debe usarse para algo, y no convertirse en una rutina burocrática. El ejemplo más común y polémico es el de la contabilidad de costes en la cosa pública. Parece un buen fin saber en qué orden de magnitud cuesta un juicio de un tipo determinado, pero si no se va a tener en cuenta en ninguna repercusión o limitación de actividad, es un trabajo ocioso. Un ejemplo: supongamos que para evaluar cuánto cuesta un juicio de faltas sumamos el coste del tiempo empleado por el juez o los jueces y el fiscal más los costes del secretario judicial y el resto de administrativos y un poco de la luz. Todo eso suma del orden de 800 euros, pero el juicio de faltas medio está calculado en el orden de 600 euros. La pregunta es: ¿se puede relacionar una cosa con otra? ¿qué opciones se tienen? ¿imponer unas costas fijas independientemente del veredicto o limitar los juicios de faltas a un mínimo que eleve la media de la cosa juzgada? Es dudoso. Una persona puede argumentar que una pérdida de valor de 100 euros tiene un valor personal atribuído de 10 veces más.